El valor de la derrota

 “Primero hay que perder para aprender a ganar”      

Neymar, delantero del Barcelona.

El deporte crea ídolos que convertimos en el espejo donde todos los niños quieren mirarse, sobre todo cuando se gana No idolatramos a los perdedores sino a los ganadores. En el fútbol, los entrenadores empiezan el camino por la victoria, como único objetivo, casi siempre a edades muy tempranas, sometiendo a sus jugadores a competir a cualquier precio. Los padres colaboran en esta dirección. “Te pago por los goles que consigas”, “si no ganas no vales”, “somos campeones o nada”, es la filosofía deportiva en algunas familias y clubes de fútbol base.

Cuando los resultados no acompañan y los partidos de liga se convierten en derrotas por goleada, comienzan las críticas paternales. “La misma historia de siempre”, “otra derrota”, “jugamos bien pero siempre perdemos”. Los padres se desilusionan y transmiten esa desilusión a sus hijos, aunque entrenan bien, se divierten en las sesiones y están predispuestos a aprender. El entrenador empieza a poner en duda la organización de este tipo de competición, ante la desigualdad de nivel futbolístico.

Cada jornada de liga los niños salen con la cabeza bien alta del terreno de juego. Esas goleadas de inicio de liga se reducen en los partidos de la segunda vuelta, contra los mismos rivales, aunque siguen sin ganar. Así llegan hasta la última fase de liga donde empatan algún partido. Acaban la temporada últimos con pocos puntos, que sin embargo, saben a victoria. Esos puntos son la recompensa al esfuerzo, la perseverancia y la ilusión por entrenar y mejorar.

Evidentemente no es agradable perder un partido por goleada, pocas conclusiones positivas se pueden extraer de estos partidos, pero la temporada, la progresión del grupo y la confianza del trabajo realizado contribuirán a moldear la formación del niño y del equipo.

Perder es parte del juego.

Perder o ganar es una cuestión delicada en categorías inferiores. Una cosa está muy por encima de la victoria o la derrota, la formación. El entrenador es el encargado de ella, el espejo dónde se mira el joven jugador, y tanto compitiendo como entrenando debemos ser un ejemplo. En la competición valorando a todos los jugadores por igual, todos deben jugar lo mismo, el ganar muchos partidos no implica que todos los jugadores son buenos, ni el perder mucho que todos los jugadores son malos. En el entrenamiento nos interesaremos por la progresión y los valores que como educador podamos inculcar al niño.

Cuando un niño llega enfadado a casa después de perder un partido sus padres también juegan un importante papel. Deben tranquilizarle diciéndole que lo importante es jugar y disfrutar, recordándole cualquier aspecto positivo de la competición, aunque a veces sea complicado llevarlo a la práctica. Debemos intentar quitarle relevancia a un resultado, a un partido y a la clasificación. El hecho de que el niño se enfade cuando pierde es una reacción normal. A nadie le gusta perder, y menos a un niño, ellos lo viven como un fracaso. El discurso familiar de que no pasa nada por perder, que lo importante es participar, no tiene sentido si, cuando estamos viendo a nuestro equipo y va perdiendo, comenzamos a insultar al equipo contrario o al árbitro. El niño se sentirá confundido. Los padres debemos ser consecuentes entre lo que decimos y hacemos. Nosotros también tenemos que asumir la derrota y medir nuestros impulsos.

Al terminar cada partido o entrenamiento tenemos que enseñar a nuestros hijos a reconocer el mérito del que se esfuerza y mejora día a día, no solo del que gana. Se gane o se pierda hay que felicitar al adversario. Tienen que aprender que la derrota es síntoma de tristeza y decepción, pero no se debemos permitir actitudes “fuera de lugar”, llámese insultos o maltrato de material.

Es preferible, después de una derrota, esperar a que el niño se calme un poco para hablar del partido. Tras la desilusión es más difícil conversar, lo haremos más adelante, ayudándole a analizar el juego, haciéndole ver las acciones negativas, para mejorarlas, y las positivas para reforzarlas. No hay que olvidar que aunque el colegio ayude, y el entrenador aporte, es en el entorno familiar donde el joven jugador va a recibir su base educativa.

Aprender a perder.

No se nos debe olvidar que, en ocasiones, no siempre todo saldrá bien. Tenemos que enseñar a los niños que lo importante es participar, prepararse y esforzarse en dar lo mejor de sí mismo. Los errores son mucho más visibles en el fracaso que en la victoria, muchas veces el éxito nos ciega y no nos permite realizar un análisis claro y objetivo. Existen entrenadores que creen que porque han ganado han hecho las cosas bien. Seguramente que si uno juega bien tiene más opciones de ganar, pero aún ganando siempre hay cosas que corregir.

Si el niño aprende a perder, su autoestima se refuerza. El que sabe perder no ve la derrota como una falta de talento o de valía personal, lo ve como algo normal que ocurre en ocasiones. Saber perder es comprender la competición, jugar con deportividad, sin miedo, es interpretar el valor de superación y de esfuerzo, que depende de uno mismo.

Juego a ganar, pero acepto la derrota.

Cualquier partido de fútbol tiene como objetivo final la victoria. No podemos empezar nunca a jugar pensando que vamos a perder. Quien no juega a ganar engaña a su equipo, al contrario y a sí mismo. No te rindas ante adversarios más fuertes, ni tampoco cedas ante los débiles. No seríamos justos con el rival sino ponemos todo de nuestra parte para intentar ganar el partido. A veces ganamos y otras veces perdemos, pero si perdemos debemos aprender a hacerlo sin excusas, sin culpar a nadie de nuestra derrota, felicitando a los ganadores. Intentaremos hacerlo mejor la próxima vez.

Aunque aprendamos a que el resultado nos sea indiferente no nos hará ganadores, pero si nos librará un poco de la desilusión de la derrota. Lloramos cuando perdemos, cuando pensamos que no hemos conseguido lo que se esperaba de nosotros, pero piensa que siempre habremos hecho algo bien y que siempre habrá algo por lo que alegrarse.

Saber ganar, saber perder.

La derrota nos puede ayudar a valorar el fútbol de manera diferente a la que solemos hacer cuando salimos del terreno de juego después de perder.  La derrota ayuda a respetar a los rivales y a seguir trabajando con humildad. Siempre será más respetado el buen perdedor que el mal ganador.

Entonces nos preguntamos ¿que es mejor, perder o ganar? Por supuesto que ganar, pero el niño puede ganar y no asimilarlo, puede perder, y no querer jugar más, estar enfadado y desilusionado. Nuestro principal objetivo en la educación de niños en escuelas o clubes de fútbol base es que sean felices, se diviertan y disfruten de la competición.

Sabemos que la motivación de todos es vencer, pero la motivación no es el único objetivo, existen otras cosas más importantes que aprender para lograr la victoria.

La gran figura del Barcelona, entonces en el Santos, Neymar, nada pudo hacer ante la superioridad del Barcelona que goleó por 4-0 al cuadro brasileño en la final del Mundial de Clubes 2011 de Japón. Al finalizar el encuentro, el delantero reconoció que “no sé si serán invencibles, pero hoy es el mejor equipo del mundo, el Barcelona nos enseñó a jugar fútbol”. A pesar de la derrota, Neymar expresó que “llegamos aquí después de ganar muchas batallas. Somos el segundo mejor equipo del mundo. Incluso comentó que “el otro día vi una entrevista con Guardiola, quien dijo que primero hay que perder para aprender a ganar. Tal vez le puede pasar lo mismo al Santos el próximo año”.

Saber ganar, saber perder, la victoria y la derrota, todo condicionado por múltiples factores difíciles de controlar. Disfruta de los triunfos y de los fracasos, mira el lado positivo de ambos, comprende que de ellos podemos extraer experiencias para formar y progresar en el juego. Los ganadores ganan porque saben qué hacer cuando pierden. Empezaremos a ganar si entendemos el valor de la derrota.

Pedro Meseguer Díez (@pmeseguer).
Técnico Deportivo Grado Superior.
Entrenador Nacional de Fútbol.