Es el deportista que dirige los partidos que nosotros disputamos, si lo hace bien o mal es totalmente relativo. Por su culpa fallamos el gol, por su culpa perdemos el partido, casi todo es por su culpa, encontraremos a pocos jugadores o entrenadores que admitan que perdieron por jugar mal. En muchas ocasiones descubrimos, en cualquier estadio, al vocero de turno que, además, se considera el único que sabe de fútbol y actúa insultándolo y ofendiéndolo. No nos damos cuenta que, por muchos fallos que pueda tener, sin él sería imposible llevar a cabo un partido o cualquier actividad deportiva mas allá de un amistoso o un encuentro con amigos. Es un bien que, por más que se equivoque, necesitamos. Siempre trata de llevar el partido de la mejor forma, sin incitar a la violencia. Por supuesto, nos referimos al árbitro.

Este deportista, en alguna ocasión, también jugó y discutió con árbitros, por eso a veces trata de entendernos, cuando no admitimos sus decisiones. Debemos pensar y entender que los árbitros realizan su labor, que los que juegan no son ellos, perdemos, ganamos y empatamos según el trabajo realizado por nosotros en el campo. Son una autoridad y hay que respetarla como tal, como al profesor en el colegio, como al policía en la calle, como a un padre en casa. Si lo hiciéramos sería todo más sencillo y práctico, aceptaríamos sus decisiones y seguiríamos jugando. Sabemos que sus resoluciones son incuestionables en el campo, no tienen marcha atrás, ni te quitará la tarjeta amarilla que te puso, ni el penalti que pitó, por lo tanto, dedícate a intentar marcar goles y a disfrutar con el juego.

Relación entrenador-árbitro.                    

Los entrenadores y árbitros suelen tener una relación adversa debido a un factor importante: a los entrenadores lo que más les importa es el resultado y al árbitro el comportamientos de los equipos. Todos los entrenadores compiten por su propio equipo, los árbitros ven la competición con interés imparcial. Relacionarnos educadamente con el árbitro en el terreno de juego debe ser relativamente sencillo. Para ello, el entrenador tiene que conocer correctamente el reglamento, observar durante el partido las infracciones, trabajarlas en los entrenamientos y así evitar que sus jugadores las cometan, entender la dinámica del arbitraje para evitar protestas de jugadores y cuerpo técnico e inculcar la honestidad en el juego, impidiendo acciones de engaño. Con el árbitro no se discute, se dialoga, y el encargado para ello es el capitán en el terreno de juego.

En la piel del jugador.

El árbitro tiene que saber interpretar el reglamento y la evolución del juego, pero también la técnica y la táctica. Debe comprender ciertas reacciones de jugadores y entrenadores en el momento de la competición, estar abierto al dialogo con ellos, enseñarles el reglamento, ayudar a formar al niño creando situaciones constructivas. El árbitro también aprende en cada partido, puede pensar que es un buen colegiado, pero no que es mejor que el jugador. Su humildad ayudará a otros a aprender, tomando cada jornada como una progresión en su carrera arbitral. Su figura representa al fútbol y en el formativo mucho más. Aparte de dirigir, debe tener criterio para saber si el jugador actúa y simula el contacto con otros, complicando la situación del colegiado y tratando de sacar ventaja en el juego. Eso lo consigue practicando el arbitraje, pero también practicando el fútbol. Su entrenamiento debe consistir en partidos de fútbol semanales, en los que participe también como jugador.

Un árbitro futbolista tendrá muchas más posibilidades de éxito que uno que no lo practica o no lo haya practicado nunca. El conocimiento del juego, del contacto con el jugador, la experiencia con la pelota, hará que lo pueda visualizar todo mucho mejor durante su labor con el silbato. La práctica del fútbol le abrirá mucho la mente a la hora de ver las jugadas polémicas, porque ya le habrán ocurrido a él experimentando el juego. Saber lo que siente un futbolista hará que conozca mucho más a fondo, cada jugada, cada pase, cada situación. Conocer que piensa el futbolista cuando el árbitro se equivoca en una acción hará que las reacciones de protesta hacia el árbitro, ante una decisión errónea, las pueda manejar de la mejor forma posible, será más permisivo al dialogo. Y todo ello porque, por un momento, se habrá puesto en la piel del jugador.

Respeto al árbitro.

Entendemos por naturaleza, que el fútbol es un deporte de alto ritmo donde las emociones están siempre a flor de piel, pero no entendemos que esas emociones nos lleven a la descalificación, el insulto y, en el peor de los casos, a la violencia física. El árbitro actúa con imparcialidad y objetividad, pero en su toma de decisiones puede equivocarse, forma parte de su trabajo. Semanalmente comete errores durante los partidos, errores que tiene derecho a cometer, errores que no están hechos a propósito.

Durante un partido los jugadores suelen estar alterados con el trascurrir del juego, que puede  jugar malas pasadas. Si el árbitro señala una falta que creemos incorrecta, es comprensible que nos sintamos enfadados. En ese momento el jugador puede hacer gestos y usar un lenguaje inapropiado y cuestionará su decisión durante el juego. Una vez el árbitro ha señalado una infracción, dirigirnos a ellos de manera airada para que cambien su decisión no va a servir para nada, pero sí podemos hablar con ellos educadamente, quizás con su explicación entendamos que los equivocados somos nosotros. Es necesario romper esta mala práctica tan pronto como sea posible. Debemos ser responsables y aceptar su palabra. Si creemos que su labor, durante el partido, no ha sido la correcta, podemos hablar con él al finalizar, lo haremos más tranquilos. Los entrenadores podemos plantear sanciones para los jugadores desobedientes o que falten al respeto a los árbitros.

Respeto al jugador.

Debemos saber y entender que el árbitro pita lo que ve, pero en ocasiones las circunstancias impiden una correcta visión del juego.  Jugadores y entrenadores buscan hacer su trabajo lo mejor posible, lo mismo hace el árbitro. Para que su trabajo sea respetado, el árbitro también debe saber ganarse el respeto de jugadores y público. Un árbitro se gana el respeto cuando no se deja presionar ni condicionar, demuestra un comportamiento completamente imparcial y actúa ajustado al reglamento.

Todo el mundo acepta el resultado de un partido dirigido por un árbitro honesto e imparcial, aunque no seamos ganadores y quedemos frustrados. Por el contrario, si se demuestra una actuación injusta, la derrota será mucho más dolorosa y la desconfianza en el árbitro será total. Si el juez del partido respeta al deportista, este actuará de la misma forma.

Un árbitro educado es el mejor ejemplo para un niño al que tenemos que educar. Su actitud amable y honrada facilitará mucho la labor del entrenador, ya que el ejemplo estará muy cercano. Nos podríamos apoyar en un gran principio de comportamiento, cuando hablamos de respeto al que aspiramos para nosotros y para los demás, “Trata a los demás como tú quisieras que te trataran”.

Papá, el árbitro se equivoca como tú.

Basta acercarse a un partido de chavales para comprobar que los adultos no son un gran ejemplo para la educación de un niño. En España hay muchas escuelas de fútbol con pequeños deseando jugar y, lo que es peor, con otros tantos padres deseando que ganen. Estos son, en ocasiones, auténticos ultras que gritan a rivales, insultan al árbitro y presionan al entrenador. Cuando educamos a los niños diariamente, deberíamos pensar en hacerlo también con los padres. Estas actuaciones se trasladan a los chavales desde muy pronto, imitando los comportamientos de los adultos. Si nuestra actitud es positiva y respetuosa, así será su comportamiento en el campo.

Debemos dejarles muy claro a los padres que los niños van a imitar lo que ellos hagan, es responsabilidad suya comportarse con respeto hacia la labor que realiza el colegiado.  Aceptamos que en muchas ocasiones, la decisión del árbitro será fundamental para el resultado del partido, hará que ganen o pierdan partidos, se equivocará más o menos o incluso alguna vez parecerá que ha pitado a favor de un equipo. En todas estas situaciones, nuestro consejo a los padres es que acepten que todos cometemos errores y que nos podemos equivocar. El delantero fallará un gol, el guardameta no blocará el balón, el entrenador se equivocará en un cambio, todos fallamos. El fallo del árbitro es un elemento más del juego del fútbol. Los padres han de saber aceptar que no siempre salen las cosas como uno quiere. Si el adulto protesta la decisión, lo único que conseguiremos de nuestros hijos es un mal ejemplo y les costará aceptar este tipo de situaciones.

Somos comprensivos cuando vemos que nuestro hijo no realiza una acción determina correctamente, sabemos que está aprendiendo y no nos enfadamos. Esto ocurre de igual forma con los árbitros, pero no actuamos igual. Los insultos, las protestas y los cabreos no ganan partidos, simplemente empeoran el comportamiento del niño. Los árbitros de fútbol base también están en proceso de aprendizaje, igual que nuestros hijos, son jóvenes que también comienzan a dar, en ocasiones, sus primeros pasos como árbitros, o llevan poco tiempo arbitrando. También están en una etapa formativa y necesitan la comprensión de todos.

Para que nuestros hijos aprendan, debemos ayudarles a aprender, si queremos que se comporten de forma adecuada, seamos unos padres adecuados. Si insultamos al árbitro, ellos también insultarán. Si respetamos a las personas que forman parte del deporte, seguramente nuestros hijos también lo harán. Si un padre no respeta al árbitro en los partidos y le grita, posiblemente también pierda el respeto de su hijo. Al fin y al cabo está actuando como él le ha enseñado. Como padres tenemos la misión de mirarnos y ver si nos comportamos como queremos que sean nuestros hijos.

Arbitrajes didácticos.

Habitualmente observamos un desconocimiento grande de las reglas de juego, empezando por la más esencial, la Regla V que es respetar las decisiones del árbitro. Muchos jugadores, con grandes cualidades técnicas y tácticas, cometen infracciones infantiles que perjudican a su equipo, siendo necesario trabajar este tipo de situaciones.

Sería recomendable pedir la opinión de un experto en reglas de juego para ayudar a conocer las normas de fútbol a entrenadores y niños. Los formadores podemos solicitar la colaboración del colectivo arbitral en jornadas que impartan a nuestros alumnos. Esta formación iría encaminada a orientar e incentivar el aprendizaje de las reglas inculcando comportamientos adecuados para la mejora en la competición, aprendiendo el espíritu del reglamento con ejemplos claros y concretos que cualquiera que lleve un equipo o juegue en él viva en el día a día, con arbitrajes didácticos de trabajo en el campo o en el aula para la mejor asimilación de las reglas.

El árbitro es mi amigo.

El árbitro es una persona que trata de impartir justicia en el campo, donde en cuestión de segundos, debe tomar la mejor decisión en función del juego. Cuando se convierte en protagonista es casi siempre por algo negativo. Poco amigo de la prensa, no suele conceder entrevistas, ya que la FIFA establece claramente cuál es su relación con los medios de comunicación. Nunca deben tratar de estar en primer plano y en sus entrevistas, deben ser siempre positivos, neutrales y diplomáticos, no debiendo hacer pronósticos, no hablando de una manera negativa sobre otros árbitros u organizadores ni haciendo comentarios sobre los partidos.

Los árbitros, a veces tan perjudiciales, a veces tan injustos, a veces tan incomprendidos, pero siempre tan humanos, a cada uno de ellos debemos mostrarles nuestro agradecimiento. Los educadores debemos fomentar la mejor imagen del árbitro, como actor imprescindible para jugar el partido y como colaborador nuestro en la enseñanza del niño como futbolista, a la hora de indicarnos que es lo que podemos y no podemos hacer en el terreno de juego. Por ellos, ídolos de nadie y culpables de todo, debemos reflexionar, aquellos que alguna vez discutieron, insultaron o fueron expulsados, aprendiendo a tratarlos como se merecen, como nos gustaría que nos trataran a nosotros, con respeto, con educación, como tratamos a nuestros alumnos, como tratamos a nuestros hijos, como tratamos a nuestros amigos.

 

Pedro Meseguer Díez (@pmeseguer).
Técnico Deportivo Grado Superior.
Entrenador Nacional de Fútbol.